lunes, febrero 27, 2006

De Jorge Fernandez Melendez

Me asombra que después de gobernar cinco años la capital del país y de estar en campaña desde hace prácticamente seis años, Andrés Manuel López Obrador siga sin comprender qué está en juego en términos de seguridad, nacional y pública, en el país y no tenga una estrategia sensata para enfrentar el tema.

López Obrador también ha sido, incluso en términos mayores, un fracaso en su lucha contra la inseguridad, incluyendo la vertiente del narcotráfico.

No tuvo una estrategia seria para combatir el crimen que creció en forma geométrica durante sus años de gobierno.

Habló, también desde el inicio de su administración en la capital, de que la delincuencia era un problema de pobreza y desempleo.

Quizás porque la pobreza no disminuyó en la capital en los últimos cinco años y el desempleo sigue siendo uno de los más altos del país (en buena medida porque la competitividad de la capital cayó drásticamente y con ello las inversiones productivas de la iniciativa privada), pero el hecho es que López Obrador jamás pudo con la inseguridad capitalina.

El punto culminante fue la marcha contra la inseguridad del 2004 y de la mano con ella la respuesta del jefe de gobierno atribuyéndola a “los pirruris” y catalogándola como una parte más del complot en su contra

Fisuras perredistas

Estrictamente personal
Raymundo Riva Palacio
El Universal
Miércoles 18 de enero de 2006


Fisuras perredistas

No hay plazo que no se cumpla, por lo que la imposición del cacique político del PRD Andrés Manuel López Obrador para imponer a su delfín Marcelo Ebrard en la candidatura del gobierno del Distrito Federal, agrediendo a los grupos políticos perredistas que la buscaban, ya tomó la forma de fisura y amenaza con convertirse en fractura seria en este año clave para la historia política de la izquierda en México. ¿Pero habría de qué extrañarse si López Obrador ha mostrado siempre que el PRD y la izquierda en general, le estorban para sus ambiciones políticas? Por supuesto que no.

Ebrard tuvo en la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal su Principio de Peter; es decir, alcanzó su máximo nivel de incompetencia. Gastó muchos millones de dólares del erario y privados para llevar a la capital a Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, a implementar el sistema de Tolerancia Cero contra la delincuencia, que nunca pudo operar porque, simplemente, el marco jurídico y la cultura cívica son totalmente distintas entre las dos sociedades. La delincuencia subió, proliferaron los secuestros, los asesinatos y las ejecuciones pasaron a ser noticia doméstica.
Pero lo peor fue que por irresponsable dejó morir a dos policías federales en una comunidad en Tláhuac, donde fueron linchados por una turba. En nada perturbó a López Obrador la catástrofe de su delfín, ni éste tuvo el pudor político de hacerse a un lado por su monumental fracaso. Pero sí dejó que López Obrador, con toda su fuerza y carisma, construyera su candidatura al gobierno del Distrito Federal. Luchadores de la izquierda quedaron en el camino y el candidato presidencial tuvo que negociar con los jefes de la corriente Nueva Izquierda, cuyo líder Jesús Ortega era rival de Ebrard, para que le dejaran el camino solo.
Esa corriente, que controla a 50% del Consejo Político y la mitad de las representaciones estatales, cedió. El pago fue la primera posición plurinominal para el Senado, que recayó en el ex secretario general, Carlos Navarrete, y la coordinación de la campaña presidencial, para Ortega. Para hacer huecos a esa corriente sacrificó a viejas clientelas que en el pasado le sirvieron, en particular la corriente fundada por René Bejarano, Izquierda Democrática Nacional, a cuya esposa, Dolores Padierna, sacaron de las listas plurinominales del Senado.
Durante la gestión de López Obrador, Bejarano fungió como líder en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, convirtiéndose en el operador más eficaz que ha tenido el tabasqueño en el DF.
Desde la Asamblea aprobaron todo lo que quería López Obrador y frenaron todo lo que le afectara, como el Instituto de Transparencia. A través del mayoriteo en la Asamblea -algo de lo que siempre se quejaron de los priístas-, López Obrador construyó un marco jurídico para gobernar, en una deuda continuada con Bejarano y Padierna quienes, pusieron a su disposición sus más de 30 mil activistas para que pudiera alcanzar el gobierno en la capital federal.
Bejarano y Padierna pusieron a disposición de López Obrador durante su campaña para la gubernatura capitalina toda la estructura urbana que construyeron desde 1985, cuando vastos segmentos populares del PRI se pasaron a lo que sería el PRD como consecuencia del mal trabajo político del gobierno durante los terremotos en la ciudad de México.
Ellos hacían todo tipo de trabajo, limpio y sucio, para López Obrador, sin importar el desgaste político, como cuando para apoyar la lucha contra el desafuero, Padierna y un grupo de asambleístas tomaron por asalto la tribuna de la Cámara de Diputados.
El haber sido personajes claves en el entorno íntimo de López Obrador y sus principales operadores políticos, soportando todas las embestidas en su contra derivadas del episodio de los llamado videoescándalos, cuando Bejarano aparece en cámara recibiendo dinero del empresario Carlos Ahumada, actualmente en la cárcel, sin haber involucrado al tabasqueño, parecería haberlos hecho merecedores de cualquier posición política que desearan.
Visto objetivamente, dentro de la lógica política, el sacrificio al que sometió López Obrador a Padierna para pagar los costos de sus alianzas tácticas, lo lleva casi al punto de la traición.
Ese es López Obrador. Hoy traicionó a la pareja Bejarano-Padierna. Hace poco traicionó a quien lo hizo, Cuauhtémoc Cárdenas. Antes traicionó a Rosario Robles, quien como presidenta del PRD lo hizo jefe de gobierno. Lo que tiene de carisma le falta de escrúpulos. Le ha ido bien por su habilidad política, pero no ha dejado de estar cimbrando las bases del PRD durante varios meses. ¿Cuánto más aguantarán?
Sus balances son cada vez más frágiles y el alejamiento de la izquierda más notorio. Faltan seis meses para la elección presidencial, buen tiempo para que repare las cañerías cada vez más abiertas, antes de que se le inunde su casa.

rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com

domingo, febrero 05, 2006

LOS HERMANOS DE LOPEZ OBRADOR SON TRAFICANTES DE COCAINA: AFIRMO LA DEA

Andrés Manuel López Obrador tiene que investigar a sus hermanos si quiere dormir tranquilo y acariciar la posibilidad de ser presidente

Andrés Manuel López Obrador luce sólido como candidato a la Presidencia y sin los problemas que aquejan a otros partidos.

Mientras sus adversarios por la Presidencia se destrozan a machetazos, él camina por el país articulando alianzas, invitando a notables a su campaña, sumando esfuerzos y presionando instituciones para que se le pongan a modo.

Sus rivales se trenzan en luchas internas en sus partidos y permiten que avance sin encontrar obstáculos en su camino.

Si esta tendencia se mantuviera, sería probable que pudiera recoger, de la diáspora del PRI y la división en el PAN, los votos suficientes para conseguir, sumado a la pérdida de apoyos a esos partidos, los suficientes votos para ungirse como presidente.

Pero la vida, particularmente la política, no es fácil.

Enfrente tiene dificultades que están creciendo aceleradamente y que cierran el círculo vicioso que da origen a la pregunta: ¿cuál es el principal problema que tiene López Obrador?

López Obrador mismo.

La diferencia en este caso no es que el López Obrador bajo la mirada de fuego se llame Andrés Manuel.

Hoy se trata de sus hermanos José Ramiro y Pío, el primero presidente municipal de Macuspana, y el segundo, que vive en Chiapas, fue el primero que inició el trabajo de redes ciudadanas para lograr que Andrés Manuel consiga los votos que le permitan entrar en una competencia real por la Presidencia.

Pío López Obrador trabajó en el gobierno chiapaneco de Julio Ruiz Ferro en el área de vivienda que le causó serios dolores de cabeza porque también se entrometió el hermano menor del entonces presidente Ernesto Zedillo, y continuó la gestión en el de Roberto Albores.

Pablo Salazar, que fue elegido por una coalición de la que formaba parte el PRD, rápido tuvo problemas con él, lo que le valió el distanciamiento con Andrés Manuel López Obrador.

La Procuraduría General de la República tiene abierta una investigación desde 2002 en contra de Pío López Obrador por el supuesto delito de lavado de dinero.

El caso ya ha provocado el encarcelamiento de responsables, como quien fuera gerente de Scotiabank Inverlat en la sucursal de Polanco, Jaime Eduardo Ross, a quien se detuvo en abril de 2004 por el presunto delito de haber defraudado a la institución por un total de 2.6 millones de dólares, que él ha alegado desde entonces que se trató de una inversión y no de un delito.

Aunque no se conocen los detalles de la averiguación que mientras no se cierre, es reservada, en esa investigación aparecen los hermanos López Obrador.

Un funcionario de alto nivel de la PGR dijo que, sin embargo, el caso se centra en José Ramiro y Pío, no en Andrés Manuel, aunque están tratando de determinar si la parte de ese dinero que aseguran las autoridades fue a parar a campañas del PRD, se quedaron en Tabasco o también tuvieron una prolongación hasta el Distrito Federal.

Ross fue detenido en Cancún, donde vivía cuando el alcalde era Juan Ignacio García Zalvidea, amigo muy cercano de José Ramiro López Obrador, y en una época en la que las autoridades federales y estadounidenses se preocuparon por el repunte del narcotráfico.

Este es el otro tema sobre el cual están bajo sospecha los López Obrador.

De acuerdo con un informe secreto de la DEA, el tráfico aéreo de cocaína de Colombia a México desde enero de 2004 a mediados de este año se concentró en un triángulo de territorio que comprende a Tabasco, en el municipio de Macuspana, y a Las Cañadas, en Los Altos de Chiapas.

En Macuspana, como en muchos otros municipios del país, las autoridades federales han ido observando cómo el poder político se ha ido evaporando ante la penetración del narcotráfico, que está comprando las plazas de jefe de la policía local a los gobiernos, con lo cual obtienen una mayor y mejor protección con costos significativamente más bajos.

Una acotación importante, sin embargo, es que José Ramiro, que está próximo a concluir su mandato, mantiene desde el principio de su gestión un problema con la policía municipal, la que le impidió tomar posesión de su oficina, despachando desde entonces desde su casa.

En Las Cañadas existe un statu quo poco conocido: desde que se levantó el EZLN en 1994, el gobierno dejó una puerta de salida a los zapatistas para que en un momento de gran presión pudieran escapar y evitar la posibilidad de una masacre.

Esa ruta de escape fue la zona de Las Cañadas, donde no hubo una presencia militar que significara amenaza, y por donde, en diversas ocasiones, salieron delegaciones zapatistas de la zona de conflicto.

El informe de la DEA es contundente: ese triángulo es el único, hoy en día, donde está entrando por aire la cocaína colombiana a México, pero hay indicios serios que los López Obrador estan relacionados con actividades ilegales.

Los hermanos del candidato virtual del PRD a la Presidencia siempre han guardado silencio sobre imputaciones pasadas, e inclusive el propio Andrés Manuel ha sido sumamente evasivo cuando se le tocan relaciones que afectan a su círculo íntimo.

Sin embargo, en esta ocasión las imputaciones no son materia para desechar, pensando que, como en otros episodios, se irán de la memoria.

Hay averiguaciones federales en curso y existe documentación estadounidense que, cuando menos por proximidad, ubica en una zona delicada a uno de sus hermanos.

López Obrador puede hacer lo que no hizo, por ejemplo, el precandidato presidencial Arturo Montiel: hablar a fondo con sus hermanos e investigar hasta dónde pudieran estar comprometidos en una situación irregular.

Esto no sería traición alguna sino un comportamiento de político profesional.

También es un procedimiento que se suele hacer en otros países para evitar que las sorpresas dañen aspiraciones políticas.

Si no hay nada, podrá dormir tranquilo, pero no puede dejar de preocuparse.

En el mejor de los casos, preparar su control de daños, perfectamente documentado, es lo que dicta la inteligencia.

Minimizar, despreciar y soslayar es lo peor que pudiera hacer para su futuro y en su propia relación familiar